Una ópera de cine

Resumen

El siglo XX ha asistido a un proceso sociológico y estético en el que un nuevo invento como el cine se convirtió en una firme propuesta de arte absoluto. No fue hasta la irrupción creativa de la segunda oleada de vanguardias en la década de 1920 cuando se comenzó a generar una revisión de la importancia y trascendencia estética del cine. Pocos géneros creativos fueron impermeables a su influencia. La ópera fue y es uno de ellos. Esta investigación reflexiona sobre cómo una ópera, Charlot de Bacarisse y Gómez de la Serna, consideró por primera vez el material cinematográfico como un objeto estéticamente válido permitiendo con ello considerar al cine como un evento trascendente dentro de los parámetros de la gran cultura europea. En 1932, fruto de la comunión estética entre Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bacarisse, surgió una ópera en la que no solo su aspecto argumental era cinematográfico, sino que incluso su dramaturgia implicaba proyecciones de escenas como factor esencial. Enmarcada en el tránsito del cine mudo al sonoro, la ópera Charlot es una obra de una importancia esencial si pretendemos trazar una línea de investigación completa entre la interacción estética entre cine y música. La ópera de Bacarisse se desenvuelve con gran oficio en un lenguaje neoclásico y politonal moderno y arriesgado. Gómez de la Serna centró su línea argumental en un conflicto de calado estético que implicaba al Charles Chaplin cineasta, de la mano de su personaje, y el problema de la desaparición del cine silente. Analizar en profundidad las vertientes estéticas de Charlot y su intensa relación con el cine supone un hecho fundamental para la musicología cinematográfica puesto que sitúan ambos géneros en un espacio común tan importante como inusitado y por ello de obligada visita.